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Una Extraña Tumba Solitaria Entre los Cerros del Elqui

Coordenadas:  30° 2’10.81″S 70°27’30.87″W
Por el costado de la Plaza de Armas de Paihuano, localidad que da nombre a esta comuna al interior del Valle de Elqui, está una pintoresca carretera rural que se interna hacia el Este con la denominación técnica D-495. Es el antiguo camino que lleva al visitante por la Quebrada de Paihuano y que, a principios del mes de julio pasado, se colmó de senderistas, turistas y automóviles que eligieron esta zona para la observación del Eclipse Solar 2019.
Haber logrado establecernos días antes en la zona a la espera del evento cósmico, nos dio tiempo para recorrer algunas de las innumerables curiosidades de la Quebrada de Paihuano y sus atractivos, varios de ellos tan propios de esta geografía entre cerros y de la cultura tradicional dominante en la identidad de los contornos del río Elqui y su cuenca. El caso que abordaré acá se halla en el cruce de ambos ejes.
Una de aquellas atracciones casi ocultas es la tumba de Timoteo, solitaria y misteriosa cripta de factura popular que parece colgar en la empinada ladera de uno de estos montes de la quebrada, por el costado del mismo camino y ya cerca del final del trazado de este último. Se la encuentra sobre un terreno plano hoy perteneciente a comuneros de la zona, a veces utilizado como estacionamiento o como sitio de camping, casi todo el tiempo cerrado por un cerco junto a la calzada del camino.
La ruta de marras avanza junto a la quebrada y sus terrenos agrícolas, pequeños fundos y campamentos de picnic hacia el sector del llamado cerro La Coipa, pasando entre el cajón formado por otros como El Peñón o El Fraile. Aproximándose ya a los 6 kilómetros en el camino desde la Plaza de Paihuano hacia adentro, justo en un sector de una vuelta que contornea la falda del cerro y por el costado Sur de la ruta, se puede observar en la ladera algo que, en la distancia, podría semejar a una animita o un monumento conmemorativo, aunque con esta ubicación anómala que se haría evidente incluso en la distancia.

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Para ser más exactos, la tumba está de cara al paso del Sol de las mañanas en el sector que sigue a las primeras pendientes más empinadas del camino, justo en donde comienza la curva y contracurva que llevan al llano de El Infiernillo, el mismo sector de esta geografía majestuosas y sublime que fue utilizado como centro de eventos y de observación del Eclipse 2019 en Paihuano. Probablemente, el pequeño conjunto pase inadvertido para el viajero que cruza estos parajes por el camino pavimentado allá abajo, pero poniendo atención al paisaje se hace claro que «algo» con una cruz hay allí, en donde no debería estarlo.
La historia de la tumba es conocida entre los habitantes de la quebrada, por supuesto, aunque no todas las versiones coinciden en sus detalles más específicos. Afortunadamente, el dueño de casa en el lugar en que hemos conseguido alojo, enfrente de las canchas y del colegio de esta localidad, don Lucio, tuvo cierta participación en lo que fue el mejoramiento de la sepultura hace varios años, por lo que su testimonio me resulta de suma importancia para entender el porqué de su presencia.
El sepultado en este sitio fue un vecino del valle, llamado Timoteo, cuyos restos habrían llegado a hasta tal lugar por una controvertida decisión popular de los paihuaninos y una suerte de tolerancia con vista gorda por parte de las autoridades de entonces, en días muy diferentes a los del Chile de nuestros días.
Timoteo, trabajador de los campos y conocido en su época entre los demás vecinos de la quebrada por andar siempre acompañado de su burro, fue una de las víctimas de una ola de casos de contagios de sarampión que afectó a la provincia años atrás. Nadie tiene clara la fecha de cuándo sucedió esto, sin embargo, aunque me inclino a pensar que pudo haber ocurrido en los años cuarenta o cincuenta, echando cuentas sobre las referencias que se aportan. Esto, debió suceder, además, antes de iniciado el plan nacional de vacunación de 1964, que logró poner en control la presencia de la enfermedad en Chile.
A mayor abundamiento, aunque las plagas de sarampión comenzaron a ser padecidas en Chile hacia el año 1900, la enfermedad era poco conocida en el Elqui de la primera mitad del siglo XX y era lógico que la alerta prendiera con enormes temores entre la población local. Si la leyenda de la tumba es correcta, entonces, la noticia del contagio y penosa muerte de Timoteo habría encendido los peores terrores de los impactados y asustados habitantes, creyendo que podía ser el principio de una plaga bíblica.
Decididos a no correr riesgos, los residentes de la quebrada decidieron no sepultar los restos del vecino en el cementerio, sino en el entonces retirado cerro en donde ahora se encuentra, aunque originalmente estaba más arriba de la actual ubicación. Con esta elección para su entierro, esperaban que el cuerpo infecto del terrible sarampión no pudiese contagiar a los lugareños que vivían en los caseríos ubicados por entonces más abajo y hacia el poniente.
Una leyenda más dice que Timoteo fue enterrado allí con su querido burro, tal vez sacrificado por sospechas de contagio. Esto es una confusión, sin embargo: la leyenda del hombre sepultado con su animal pertenece a otro querido vecino también fallecido y llamado don Juan Alberto, que murió atropellado tiempo después con su fiel borrico, en un desgraciado accidente carretero de la zona.
Timoteo estuvo bajo tierra varios años en una parte mucho más alta que hoy en la ladera y con una especie de cenotafio señalando su morada mortuoria, pero deslizamientos de piedras y luego una exhumación de sus restos por parte de perros vagabundos que se las arreglaron para trepar por el cerro, dejaron la sepultura expuesta y el sueño del muerto perturbado por la exposición. La situación obligó a los vecinos a volver a intervenir el descanso eterno del pobre fallecido, y así se trasladó la sepultura un poco más abajo, a su actual sitio.
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Un señor conocido como don Raúl, también del sector de la Quebrada de Paihuano, se tomó el trabajo de cambiar la cruz del enterramiento. Se lo mejoró también con algunas adiciones de rocas y tranqueo de piedras, a modo de sillares. El envejecimiento de la tumba y los deslizamientos de tierras habían seguido dañándole incluso en esta nueva ubicación, por lo que se dispusieron también de presas de madera para contener los desplazamientos de terreno sobre la sepultura.
La extraña y solitaria cárcava de Timoteo se convirtió en un lugar de fe local y una suerte de animita o tumba milagrosa, en donde el recuerdo popular por él se combinaba con la petición de favores. Las visitas de los residentes de la quebrada formaron un senderito de ascenso hasta el lugar demarcado en la pendiente, y desde entonces se le prenden velas o se le dejan flores que no tardan en resecarse bajo la radiación solar inclemente del Vale de Elqui.
En algún momento de su historia, se enterró junto a la tumba un árbol de pimiento como tantos que hay en el valle, el que intenta aportar verdor a este lado del cerro, si bien sigue siendo sólo un arbusto por sus pequeñas proporciones, regado por los visitantes de cuando en cuando. La sepultura hoy es de concreto, además, como resultado de las reparaciones y modificaciones que han tenido que hacerse en todo este tiempo transcurrido.
El nombre del finado Timoteo, sin embargo, ya no está inscrito por ninguna parte de la misma sepultura, aunque sigue vibrante en buena parte de la memoria de los habitantes de la Quebrada de Paihuano, que aún no le niegan visitas ni velas.
 

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